Cuando hablamos de Simone Biles, hablamos de historia. De récords mundiales, de medallas doradas, de saltos imposibles. Pero también hablamos de una joven que, desde pequeña, fue diagnosticada con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), y que aprendió a convertir lo que para muchos sería un obstáculo en su mejor aliada.
Una infancia con energía de sobra
Simone Arianne Biles nació en Ohio, Estados Unidos, en 1997. Desde niña, su energía era desbordante. No paraba quieta, saltaba sobre los muebles, hablaba sin cesar y parecía tener mil pensamientos a la vez. Sus maestros notaban que le costaba concentrarse en clase, que se distraía con facilidad y que tenía una inquietud constante.
Fue entonces cuando, a los 6 años, recibió el diagnóstico: TDAH. En lugar de etiquetarla como “niña problema”, su entorno comprendió que se trataba de una condición neurodivergente que requería apoyo, comprensión y, sobre todo, estrategias adecuadas para canalizar su energía.
Fue el inicio de una historia que cambiaría el mundo del deporte.
El gimnasio: su terapia más poderosa
La gimnasia no solo le dio una estructura, disciplina y motivación, sino que también se convirtió en el lugar donde su energía podía expresarse con total libertad. Simone encontró en los aparatos su hogar emocional. Esa hiperactividad que a veces dificultaba su atención en el aula se transformó en impulso, velocidad, precisión. Lo que para otros era exceso de movimiento, para ella fue combustible para volar.
El día que tuvo que hablar de su diagnóstico
En 2016, tras su espectacular actuación en los Juegos Olímpicos de Río, Simone fue víctima de un ataque a su privacidad. Un grupo de hackers filtró documentos médicos de varios atletas olímpicos, entre ellos los de Simone, exponiendo su tratamiento por TDAH.
La respuesta de Simone fue tan poderosa como sus rutinas en el suelo:
Ese tuit se volvió viral. Miles de personas con TDAH, padres de niños diagnosticados, jóvenes que luchaban con su autoestima, encontraron en ella una voz que no pedía perdón por ser diferente, sino que alzaba la mano con orgullo.
Convertir la diferencia en una ventaja
Simone ha hablado abiertamente de cómo su condición requiere una rutina clara, un enfoque mental trabajado y una buena gestión emocional. La gimnasia de élite requiere concentración absoluta, y ella ha desarrollado sus propios métodos para mantenerse enfocada durante la competencia: visualización, respiración, repeticiones mentales, trabajo terapéutico y apoyo médico.
El TDAH no la frenó. La ayudó a desarrollar una conexión única con su cuerpo y su mente. Simone no compite a pesar de su TDAH. Lo hace con él. Y ese es uno de los mensajes más potentes que ha dejado al mundo.
Mucho más que medallas
Más allá de sus títulos (7 medallas olímpicas, 25 medallas mundiales), Simone Biles es un ícono porque representa algo mucho más grande: la posibilidad de redefinir lo que significa tener una condición neurodivergente.
Hoy, a sus veintitantos años, sigue inspirando a millones. No solo por sus giros imposibles o su fuerza sobrenatural, sino por su capacidad de decir: «Sí, tengo TDAH. Y también soy la mejor del mundo.»
Integra Vidas 
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